Después de dos semanas de organizar el Rolero de Hierro pensé que ya no aguantaba más. Además casualmente jugué rol durante esas semanas. Parecía demasiado. Pero el concurso con su magia me enfermó y me inspiró y terminé escribiendo un juego, o algo así.
Ayer lo entregué exhausto, agradeciendo porque solo queda la semana de evaluación donde todo es más tranquilo. Pero hoy desperté renovado.
Hice un juego y se siente bien. De hecho es un juego genial, aunque por el momento no creo que nadie pueda jugarlo. De hecho es tan genial que estoy feliz de haberlo terminado a tiempo. Genial genial genial. (Sí, soy un genio, y lo sabés).
Pero basta de tanto ego. Sinfonías de Acero es un juego que incluye elementos de tablero, de rol y de wargame. No porque haya querido introducir esos elementos a la fuerza, sino porque el juego que quiero jugar los requiere.
Ahora tengo muchas ganas de ponerme a tipear las reglas de batalla (la parte de wargame que no llegó al texto). De hecho eso es lo primero que diseñé en mi cabeza, pero lo único que no entró en el texto final.
El juego en sí es como una rueda mal ajustada. Estoy seguro que la matemática está toda mal, pero solo hay una forma de probarla. Después de un par de paseos con la rueda desprendiéndose del coche sabré qué tuercas ajustar para que todo gire sin problemas. Además de que podré refinar el texto una vez que los procedimientos estén aceitados.
El Rolero de Hierro es genial. Pero menos mal que solo es una vez al año.
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